Sus milagros son múltiples y todo aquel que se acerca a su poderosa intercesión, no queda defraudado, recibiendo siempre el beneficio de la Gracia y quedando curado de cuerpo y alma. 

(Liturgia de las Horas, 7 veces al día), y en la mortificación de comer una vez al día y llevar silicio. El P. Charbel alcanzó celebridad después de su muerte, principiando por el prodigio de su cuerpo incorrupto, que sudaba sangre, por prodigios de luz observados y constatados, no sólo por miembros de su orden, sino por el pueblo que empezó a venerarle como a Santo, aún cuando la jerarquía y los superiores habían prohibido su culto, mientras la Iglesia no pronunciara su veredicto.  

“El justo florecerá, como una palmera, se alzará como un Cedro de Líbano. Plantado en la Casa del señor.” Sal. 91 (92) 13-14