Su vocación

A la edad de 20 años, Yusef es todo un hombre, sostén de su casa, él sabe que pronto deberá contraer matrimonio, sin embargo, se resiste a la idea y tras un periodo de tres años de espera, en los cuales había llegado a escuchar la voz de Dios “Deja todo, ven y sígueme” se decide, y en efecto, sin despedirse de nadie, ni de su mamá, una mañana del año de 1851 se dirige al convento de Ntra. Sra. de Mayfouq, donde será recibido como Postulante y luego como Novicio, llevando una vida ejemplar desde el primer momento, sobretodo en lo referente a la obediencia.

Es precisamente cuando Yusef toma el hábito de novicio, cuando renunció a su nombre original escogiendo el de su consagración: CHARBEL.

Estudio para Sacerdote

Pasado un tiempo le enviaron al Convento de Annaya, en donde profesó los Votos Perpetuos como monje en 1853. Inmediatamente después, la obediencia le llevó al Monasterio de San Cyprianos de Kfifen (nombre del pueblo), donde realizó sus estudios de filosofía y teología, llevando una vida ejemplar en cuanto a la observancia de la Regla de su orden.

Fue ordenado sacerdote el 23 de julio de 1859 de manos de Mons. José al Marid, bajo el patriarcado de Paulo Massad, en la residencia patriarcal de Bkerke.

Al poco tiempo de ordenado, el P. Charbel regresó al Monasterio de Annaya por orden de sus superiores. Ahí pasó largos años, siempre, como ejemplo de todos sus hermanos de la Orden Libanesa Maronita, y en las más diversas actividades, que incluyeron: el apostolado, el cuidado de enfermos, el pastoreo de almas y el trabajo manual (cuanto más humilde mejor).

El Ermitaño

Así transcurrió su vida en comunidad. Sin embargo, el anhelaba fervientemente el ser ermitaño, para ello pidió autorización al Superior, quien viendo que Dios estaba con Él redactó la autorización solicitada el 13 de febrero de 1875. Desde este momento hasta el día de su muerte ocurrida la víspera de Navidad del año de 1898.

En la ermita de los Santos Pedro y Pablo, el P. Charbel se dedicó al coloquio intimo con Dios, perfeccionándose en las virtudes, en la ascésis, en la santidad heroica, en el trabajo manual y en el cultivo de la tierra, en la oración (Liturgia de las Horas, 7 veces al día), y en la mortificación de comer una vez al día y llevar silencio. El P. Charbel alcanzó celebridad después de su muerte, principiando por el prodigio de su cuerpo incorrupto, que sudaba sangre, por prodigios de luz observados y constatados, no sólo por miembros de su orden, sino por el pueblo que empezó a venerarle como a Santo, aún cuando la jerarquía y los superiores habían prohibido su culto, mientras la Iglesia no pronunciara su veredicto.